En la atmósfera se percibía un aroma
pasional, el Calor se paseaba por toda la habitación de manera caprichosa e
increíblemente intensa, mientras, los dos individuos contemplaban sus cuerpos
con deseo.
Habían abierto la ventana para no
sofocarse en su propia sensualidad, la tenue brisa de verano evitaba que
ardieran como un par de fósforos.
Tras un momento de observar en
silencio, un magnetismo animal rompió la inercia entre ambos y los terminó
acercando hasta que rocen con delicadeza sus labios.
La saliva corría a través de la unión
de un poderoso encuentro, los humectados labios se abrían y cerraban
conteniendo a su pareja, el sonido era líquido y la respiración se aceleraba.
Con sus femeninas manos acarició el
cabello de su amante y este la tomó con fuerza por la cintura levantándola
haciendo que ella lo rodee con las piernas; el Calor, presenciando la escena y
pecando de lujuria se incorporó en esta unión haciéndola incandescente y fugaz. Con el aumento de temperatura y el intenso, frenético y salvaje baile que los
labios ofrecían a una habitación musicalizada por tenues y armoniosos gemidos y
respiraciones extasiadas, las prendas de los dos se volvían inútiles y
resultaban incomodas, las sábanas aguardaban impacientes los cuerpos que cada
vez más se hacían uno solo…
J.G Dávila
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