No
existe nada más desesperante que asistir al colegio teniendo problemas de
estómago, encontrarse a mitad de las clases de matemática y sentir el retorcer
de las tripas, mirar con angustia a los costados y dar con las miradas de todos
atentos a las palabras del profesor y escuchar el rechinido del marcador contra
la pizarra.
Es
entonces cuando el retortijón se incrementa y algo en lo más profundo de uno lo
obliga a fruncir el entrecejo, mirar con ojos de muerte a un punto cualquiera
con la vista nublada y escalofríos en
todo el cuerpo. Finalmente se toma la decisión de (en voz temblorosa) pedirle
al profesor permiso para ir al baño. Eso, ¡Eso es desesperación!
De
modo semejante ocurre cuando se está dando un examen para el cual si se estudió
pero en ese momento los nervios se apoderan del cuerpo entero produciendole un
temblor similar al temblor que tienen los perros decorativos de los taxis, la
mente se queda en blanco y el tiempo pasa rápido, de pronto la voz del maestro
anuncia que faltan diez minutos y el examen no está lleno ni hasta la mitad, en
esos diez minutos se vive la pura desesperación.
Asimismo pasa cuando no se sabe nadar y por
cosas del destino llega uno a parar en un estanque, piscina o laguna y estas
resultan ser más hondas de lo pensado, dando como resultado el terrible y
amargo impulso por sobrevivir y no morir ahogado.
El
maestro para describir la agonía que produce la impotencia en su mayor
expresión fue Edgar Allan Poe, en cuyos relatos el lector puede vivir la
desesperación, la angustia y el horror que experimenta el personaje conforme
avanza la narración.
Uno
de los cuentos en los cuales pude notar aquel terrible sentimiento como
escenario principal, es “El gato negro”, resumiendo, narra la historia de un ex
amante de los animales que en consecuencia de haber caído en el vicio del alcohol e impulsado por un momento de ira tomó a su gato negro (el animal por
quién más afecto sentía) y le arrancó un ojo.
Ciertamente
cuando recuperó la conciencia, el hecho de ver al gato tuerto le hacía sentir
una culpa terrible y como resultado del amargo sentimiento decide ahorcar al
gato.
Algún tiempo después de haberlo asesinado
encuentra otro gato muy similar al cual le da su afecto, sin embargo con el
pasar de los días el gato empieza a hostigarlo.
Un
buen día a causa de su aversión por el gato decide acabar con el golpeándolo
con un hacha, pero para su desgracia su esposa lo detiene y termina
asesinándola. Posterior al homicidio esconde el cadáver tras un muro de la casa
y los días comienzan a pasar.
Al verlo solo tanto tiempo la policía
interviene para inspeccionar su casa y
él de la mejor manera los recibe, la inspección resulta exitosa. Una vez
yéndose los miembros policiales, el hombre golpea el muro del que se desprende
un sonido sepulcral, de ello resulta necesario admitir que la policía intervino
de inmediato en la destrucción de la pared para terminar encontrando el cadáver
y sobre él el gato negro agonizante.
Bajo
esa tesitura podemos decir que Allan Poe y yo tenemos diferentes formas de describir la desesperación, sin embargo
acordamos bien en que la desesperación es la desilusión de los seres cuando
notan que nada se puede hacer en una situación sin ninguna salida aparente.
J.G Dávila
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