sábado, 9 de junio de 2018

Meditación esporádica





Sentado en un sillón simulando escuchar lo que a su alrededor dicen, corre mezclándose con su sangre un grado mínimo de alcohol que le puede proporcionar un vaso de cerveza.

Debo suponer que se entiende perfectamente lo que la expresión “cabeza de pollo” quiere decir, sin embargo, para aquellos que no lo comprenden permítanme darles una definición lo más acertada posible: Cabeza de pollo son las palabras empleadas para describir a una persona que posee una resistencia mínima a los efectos que el consumo de una pequeña cantidad de licor le pueden ocasionar de manera prematura. Aclarado esto continúo.

Las palabras de los presentes se estacionan por largo rato en su mente y esta a su vez piensa con profundidad trayendo recuerdos antiguos.

No puede precisar qué ocurre, el efecto de la cerveza avanza velozmente a medida que en su vaso va escaseando su amargo contenido.

De pronto el recipiente se ve totalmente vacío mientras sus adormilados ojos recorren con lentitud el espacio llamando al sueño. La distorsión va teniendo cabida en su cabeza, sus reservadas palabras se hacen livianas y son expulsadas por su boca (víctima de la anestesia alcohólica), entonces, después de caer en cuenta de que está sucumbiendo ante la posesión que toma la cerveza en su cuerpo, repara de inmediato en que necesita descansar, aún así, no se retira.

Únicamente se estanca con la mirada en la pared que tiene al frente mientras sus pensamientos lo invaden. Se cuestiona preguntas indescifrables y seguidas de estas vuelan a través de su cabeza una serie de impulsivos deseos de desenfundar su teléfono y hacer uso de sus pulgares para romper con el aburrimiento de la charla (a la que no está atento) y hablar con alguien sobre profundos temas, afortunadamente el efecto que lo recorre solo es mareo, sigue siendo perfectamente consciente y por esa razón abandona la idea y simultáneamente a sus contertulios para descansar en los cómodos brazos de Morfeo en aquel estado de sobriedad alcoholizada.

J.G Dávila 

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