¿Qué clase de demente espera de pie en la entrada a la fortaleza de un dragón?
Esta idea, era sin duda alguna, una audaz e inexplicable artimaña o una forma poco convencional de cometer suicidio. En todo caso ahora lo sabría.
Esa mañana había salido de casa tranquilo y con conciencia del riesgo al que se enfrentaría. Llevó consigo sus armas y puesta su armadura que limpió la noche anterior.
Definitivamente, su disposición era su mayor ventaja y su objetivo superaba el miedo mismo a la muerte.
Entonces escuchó pasos en camino hacia la puerta.
Era posible que despertara a la bestia pues el sonido de un trueno se precipitó con furia desde el oscuro interior.
Toda esta excitante experiencia comenzó cuando (sin esperarlo durante una de sus andanzas) encontró un tesoro que no podía ser poseído por nadie. No se trataba de manera alguna de montañas bañadas en oro o el elixir para la vida eterna; su valor era simplemente inestimable.
Este tesoro único era la compañía y atención de una hermosa dama que conoció y que lo cautivó por completo con el pasar del tiempo.
Así es, el caballero parado en la puerta a la espera de un posible encuentro mortal, se hallaba ahí por el tesoro que el feroz dragón custodiaba con su vida.
Sin embargo, y a diferencia de los relatos épicos y típicos que hemos leído o escuchado, este caballero no planeaba "rescatar" a la dama en custodia de las garras del dragón...
El sol en el patio delantero era muy fuerte (lo que lo hacía sudar aún más), la ansiedad empezaba a tomar control de su cuerpo al ocasionar pequeños espasmos nerviosos en las piernas mientras escuchaba su corazón latir como si se encontrase dentro de su cabeza.
El ruido en el interior de aquel lugar tenebroso iba en aumento, el valiente caballero se sentía morir a medida que la amenaza parecía más próxima y se cuestionó de manera tardía si saldría con vida al finalizar el día.
La puerta se abrió con un destello luminoso que descuadró al caballero por completo, pues no fue a recibirlo el dragón que habitaba en la fortaleza sino la cautivadora dama por quien estaba profundamente enamorado.
El caballero sentía un alivio que podía ser comparado solo con el alivio que sintieron los valientes guerreros combatientes en la Batalla de Supletorios.
La doncella lo abrazó y besó mientras él todavía se encontraba en el umbral atónito por la dulce y repentina sorpresa. Al cabo de unos cuantos besos más se adentraron en la morada del dragón.
Ella inundaba la cámara con alegría, luz y tranquilidad; de pronto una monstruosa sombra se apoderó del lugar (que quedó totalmente a oscuras) y de las profundas tinieblas apareció ante ellos el dueño de casa: Un imponente dragón rojizo capaz de carbonizar a un ejército completo solo con la mirada ,que posó sobre el caballero de forma repelente, este, muy nervioso saludó tartamudeando con cortesía.
Hubo un silencio corto, el ambiente era tenso y las miradas entre el caballero y el dragón se clavaban una en la otra con recelo.
Al cabo de un momento la huraña criatura se volvió a la doncella con una mirada suavizada y respondió aparentando serenidad al saludo del caballero.
-¿Cómo te llamas?- preguntó con tono firme el dragón.
-Me llamo Rubén, señor- contestó el caballero mirándolo fijamente olvidando por un momento su miedo pero no su decencia.
La puerta se abrió con un destello luminoso que descuadró al caballero por completo, pues no fue a recibirlo el dragón que habitaba en la fortaleza sino la cautivadora dama por quien estaba profundamente enamorado.
El caballero sentía un alivio que podía ser comparado solo con el alivio que sintieron los valientes guerreros combatientes en la Batalla de Supletorios.
La doncella lo abrazó y besó mientras él todavía se encontraba en el umbral atónito por la dulce y repentina sorpresa. Al cabo de unos cuantos besos más se adentraron en la morada del dragón.
Ella inundaba la cámara con alegría, luz y tranquilidad; de pronto una monstruosa sombra se apoderó del lugar (que quedó totalmente a oscuras) y de las profundas tinieblas apareció ante ellos el dueño de casa: Un imponente dragón rojizo capaz de carbonizar a un ejército completo solo con la mirada ,que posó sobre el caballero de forma repelente, este, muy nervioso saludó tartamudeando con cortesía.
Hubo un silencio corto, el ambiente era tenso y las miradas entre el caballero y el dragón se clavaban una en la otra con recelo.
Al cabo de un momento la huraña criatura se volvió a la doncella con una mirada suavizada y respondió aparentando serenidad al saludo del caballero.
-¿Cómo te llamas?- preguntó con tono firme el dragón.
-Me llamo Rubén, señor- contestó el caballero mirándolo fijamente olvidando por un momento su miedo pero no su decencia.
El dragón tenía una actitud inquisidora y reservada, pensaba para sí mismo que el muchacho ante sus ojos pretendía hurtar su tesoro y a su vez que ocultaba sus intenciones tras un velo de buenos modales. El caballero, por otro lado, se sentía arrinconado y preocupado por su vida al encontrarse finalmente en un lugar tan peligroso con un feroz anfitrión. Sin embargo, pese a que ambos estaban a la defensiva tenían algo en común: sentían miedo ante la idea de perder el amado tesoro.
Poliana (la dama dulce), incómoda por la tensión en el ambiente hacía lo posible por que este fuera diferente, aún así, parecía ser inútil; su guardián solo intimidaba cada vez más a su amado y esto demandaba un problema crítico.
No fue sino hasta que el dragón pudo darse cuenta de esta situación que, de forma repentina, bajó la guardia en un gesto de indulgencia recordando vagamente su juventud. Por desgracia estos recuerdos lejanos despertaron en él la razón de su comportamiento fiero y amenazante, así que retomó su actitud severa.
El miedo parecía estar en cada rincón de la casa y en la mente de los presentes. Los silencios ganaban espacio y una extraña pesadez se asentaba sin intenciones de abandonar el sitio.
Poliana imploraba al dragón con la mirada temiendo que este acabe con su joven amor. Rubén y el vigía se veían en silencio temiendo y suponiendo una serie de pensamientos alarmantes para cada uno.
- ¿Qué estás estudiando?- Preguntó el dragón al cabo de unos minutos.
-No estoy estudiando todavía señor- Respondió el joven caballero.
-Y ¿Qué estás haciendo?
-Estoy esperando para aplicar a la universidad el mes que viene.
-¿Qué vas a seguir?
-Artes plásticas señor.
Al escuchar semejante respuesta se presentó de manera involuntaria un gesto de decepción en el frío rostro del interrogador. -"Si va a estar con mi hija, por lo menos que estudie algo que le vaya a dar de comer."- Pensaba el dragón para sí.
Sin querer ya se había formado un perfil con respecto al muchacho parado ante él, y eso le preocupaba mucho. Por su mente pasaba el pensamiento de que los artistas mueren de hambre, consumen drogas y llevan vidas desordenadas guiadas por vicios y excesos.
Lanzó una mirada incrédula a la dama que lo miraba molesta adivinando sus pensamientos.
El joven caballero pudo notar el desapruebo de su anfitrión y una serie de amargos sentimientos lo invadieron. Estaba agotado.
Bastaba que el dragón escupiese una bocanada más de fuego para acabar con el caballero aspirante a artista. Entonces para finalizar, la bestia atacó al chico con una pregunta final.
-¿Cuáles son tus intenciones con mi hija?
La pregunta hizo que Poliana abriera los ojos como platos y se pusiera roja. Rubén calló y bajó la mirada.
El dragón había ganado.
- No pienso que un muchacho que a duras penas tiene idea de la vida sea conveniente para mi hija...- hizo una pausa, y cuando iba a retomar sus palabras Rubén lo interrumpió.
-Disculpe señor, hasta ahora no le he faltado el respeto o esa al menos no ha sido mi intención. Vine aquí para que usted pudiera conocerme. Mis intenciones con su hija son las mejores. Quiero amarla y disfrutar del tiempo con ella. Perdóneme si soy muy honesto, pero soy joven y obviamente tengo muchas cosas por aprender. Mi idea de la vida es que podemos llegar a donde nos propongamos y hacer lo que deseemos.
Rubén no podía creer lo que había dicho pese a que todo era cierto. Su respuesta desconcertó al dragón y ambos permanecieron largo rato en silencio.
Poliana entendía perfectamente la situación ya que alguna vez fue "dragona" cuando la que sería su madrastra llegó a casa por primera vez.
En esta ocasión ella era la mitad entre dos partes que amaba, que la amaban y que no la poseían.
El dragón luchaba una batalla interna con su caballero de la juventud y su miedo por perder el tesoro que más había cuidado.
Finalmente el dragón habló: No puedo decidir por Poliana, ella es el tesoro que cuido desde que lo recibí, pero finalmente ella toma sus propias decisiones al momento de elegir con quién compartir su felicidad. Tal vez te juzgo mal porque no veo más allá de lo que el miedo me permite. Si ella quiere estar contigo procuraré ser menos severo. Soy capaz de matar por ella así que espero que no le des problemas.
Y sin decir más se retiró al interior de su fortaleza.
Rubén miraba incrédulo hacia la oscuridad, Poliana lo tomó de las manos y juntos se perdieron en sus propias miradas enamoradas que ahora descansaban ante la llegada de una profunda paz.
J.G. Dávila
Poliana imploraba al dragón con la mirada temiendo que este acabe con su joven amor. Rubén y el vigía se veían en silencio temiendo y suponiendo una serie de pensamientos alarmantes para cada uno.
- ¿Qué estás estudiando?- Preguntó el dragón al cabo de unos minutos.
-No estoy estudiando todavía señor- Respondió el joven caballero.
-Y ¿Qué estás haciendo?
-Estoy esperando para aplicar a la universidad el mes que viene.
-¿Qué vas a seguir?
-Artes plásticas señor.
Al escuchar semejante respuesta se presentó de manera involuntaria un gesto de decepción en el frío rostro del interrogador. -"Si va a estar con mi hija, por lo menos que estudie algo que le vaya a dar de comer."- Pensaba el dragón para sí.
Sin querer ya se había formado un perfil con respecto al muchacho parado ante él, y eso le preocupaba mucho. Por su mente pasaba el pensamiento de que los artistas mueren de hambre, consumen drogas y llevan vidas desordenadas guiadas por vicios y excesos.
Lanzó una mirada incrédula a la dama que lo miraba molesta adivinando sus pensamientos.
El joven caballero pudo notar el desapruebo de su anfitrión y una serie de amargos sentimientos lo invadieron. Estaba agotado.
Bastaba que el dragón escupiese una bocanada más de fuego para acabar con el caballero aspirante a artista. Entonces para finalizar, la bestia atacó al chico con una pregunta final.
-¿Cuáles son tus intenciones con mi hija?
La pregunta hizo que Poliana abriera los ojos como platos y se pusiera roja. Rubén calló y bajó la mirada.
El dragón había ganado.
- No pienso que un muchacho que a duras penas tiene idea de la vida sea conveniente para mi hija...- hizo una pausa, y cuando iba a retomar sus palabras Rubén lo interrumpió.
-Disculpe señor, hasta ahora no le he faltado el respeto o esa al menos no ha sido mi intención. Vine aquí para que usted pudiera conocerme. Mis intenciones con su hija son las mejores. Quiero amarla y disfrutar del tiempo con ella. Perdóneme si soy muy honesto, pero soy joven y obviamente tengo muchas cosas por aprender. Mi idea de la vida es que podemos llegar a donde nos propongamos y hacer lo que deseemos.
Rubén no podía creer lo que había dicho pese a que todo era cierto. Su respuesta desconcertó al dragón y ambos permanecieron largo rato en silencio.
Poliana entendía perfectamente la situación ya que alguna vez fue "dragona" cuando la que sería su madrastra llegó a casa por primera vez.
En esta ocasión ella era la mitad entre dos partes que amaba, que la amaban y que no la poseían.
El dragón luchaba una batalla interna con su caballero de la juventud y su miedo por perder el tesoro que más había cuidado.
Finalmente el dragón habló: No puedo decidir por Poliana, ella es el tesoro que cuido desde que lo recibí, pero finalmente ella toma sus propias decisiones al momento de elegir con quién compartir su felicidad. Tal vez te juzgo mal porque no veo más allá de lo que el miedo me permite. Si ella quiere estar contigo procuraré ser menos severo. Soy capaz de matar por ella así que espero que no le des problemas.
Y sin decir más se retiró al interior de su fortaleza.
Rubén miraba incrédulo hacia la oscuridad, Poliana lo tomó de las manos y juntos se perdieron en sus propias miradas enamoradas que ahora descansaban ante la llegada de una profunda paz.
J.G. Dávila
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