viernes, 29 de junio de 2018

Negro



Era un portal a otro mundo con sus penetrantes ojos esmeralda de mirada hipnótica e intimidante. Sus puntiagudas orejas sensibles al susurro del silencio y su larga cola que parecía tener vida propia; pero, sobre todo, el profuso color negro que invadía cada parte de su ser, que absorbía y atrapaba de manera permanente la luz, ese “color” oscuro que era su maldición.

Vagabundeaba entre la espesura de las tinieblas y era una sombra en la noche negra.
Su presencia se disfrazaba con las prendas de la ausencia. Solo sus ojos hacían una fugaz aparición en medio de la oscuridad al igual que un par de luciérnagas.

Su elegante caminar era sorprendido únicamente  por el pálido brillo de la luna sobre el terciopelo negro de su vestido.

Mientras era “invisible” bajo un basto manto cubierto de estrellas de débil titilar no corría peligro, la noche entera era suya y gozaba con calma de la libertad que le ofrecía un amplio mundo por conocer.

En horas nocturnas la ignorancia no merodeaba a sus anchas pues el miedo predominaba sobre cualquier impulso irracional. Sin embargo, con la repentina llegada del sol todo era diferente puesto que el Astro Rey era su verdugo y la luz su inquisidora, por el hecho de descubrir y condenar con aversión su forma maldita, una forma impregnada de especulación, rumores y terror.

En aquel entonces, los de su clase eran condenados por presunta brujería pero en realidad eran ejecutados por pecados humanos.

 Al fin y al cabo solo en la mente del hombre un animal como el gato puede ser fiel cómplice de Satán.



J.G Dávila




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