Martínez da vueltas en su cama, agita
las piernas con fuerza sacudiendo las cobijas…
–¡Qué velocidad tiene ese chico en las
piernas!
Parece que se va a levantar, continúa
agitando las piernas y ¡se levanta!, se mueve rápidamente a la puerta haciendo
increíbles maniobras para esquivar las cosas tiradas en el suelo y sale.
–¡Hay que ver con la rapidez con la que
va al baño! sus movimientos son impecables.
–Desde el anterior año ha estado
practicando para no mojar la cama, verlo aquí demuestra su rendimiento.
–Casi tropieza con el gato y sus pies
corren, se aproxima al baño, entra con fuerza y cierra la puerta, baja sus
pantalones de pijama y ¡LO LOGRA!
–¡Sorprendente! Dos victorias
consecutivas esta temporada.
–Esta emisión llega a ustedes con el
auspicio de Doxapin, ¡al chuchaqui le
pone fin!, despierta fresco con Doxapin.
Después de pasar el momento más hermoso
de la mañana, Manuel salió del baño, sus ojos seguían rojos y entrecerrados,
bostezó, había dormido igual que un oso y ahora tenía verdadera pereza ante la
idea de hacer algo, sin embargo el hambre ganó.
Manuel fue a la cocina y abrió con
pesadez la refrigeradora esperando encontrar restos de comida, lamentablemente
la encontró tan llena de aire como una pelota.
No pasó mucho para que se viera fuera
de su casa, despeinado y aún en pijama camino a la tienda; al llegar compró
leche, cereal y fruta y muy contento con sus alimentos regresó a su
departamento; prendió el televisor, se sirvió su cereal con leche y plátano y
vio las noticias del sábado mientras comía.
Sus fines de semana generalmente eran
aburridos y no tenían nada de sorprendente, sin embargo ese día sábado fue muy
diferente puesto que tenía una cita y Manuel (por supuesto) la había olvidado.
Conocería a una muy interesante chica con la que había estado hablando.
En ese momento su atención estaba en
las palabras del reportero que informaba algo relacionado al venidero mes del
amor –Cómo Manuel es muy despistado, esto no le sugirió nada referente a la
cita que tenía en una hora y media–
En otro lugar a la misma hora, entraban
a través de las cortinas los rayos de sol de las diez, la paz reinaba en
aquella femenina habitación, afuera el sonido de los carros era mínimo y los
pájaros daban una hermosa serenata de sábado, adentro ella dormía como un ángel,
con delicadeza abrió los ojos y lo primero que vio fue su despertador –callado
como nunca– marcando las 10.15am, sonrió y se desperezó con parsimonia, de
repente recordó que tenía una cita, sus ojos se abrieron de inmediato y corrió
al baño y se duchó lo más rápido que pudo, al salir corrió a su habitación y se
puso lo que consideró más bonito, con el cabello mojado y sin zapatos corrió a
la cocina, en un plato puso cereal y leche y se los comió en cinco cucharadas a
máxima velocidad, corrió al baño de nuevo, lavó sus dientes, se puso zapatos y
salió de la casa, sin embargo apenas salió recordó que no tenía las llaves por
lo que entró muy apresurada y las buscó con afán, revisó su cuarto rincón a
rincón, la sala, entre los muebles y bajo ellos, la cocina, el baño –por si
acaso– y finalmente se fijó en que las había dejado metidas en la cerradura de
la puerta, algo estresada cerró la puerta y corrió en busca de un taxi, se paró
en la vereda y esperó, tenía que estar en donde acordaron en 15 minutos, sin
embargo no pasaba por ahí ni un solo taxi por lo que después de esperar y
pensar decidió ir en bicicleta.
–Carlota Carranza va en primer lugar
contra el tiempo en su bicicleta rosa, la acera peatonal no tiene congestión y
es muy sencillo pedalear, el único obstáculo presente son las grietas y las
irregularidades del terreno y las condiciones climáticas, el sol está muy
fuerte.
Carranza ya ha recorrido cien metros le
quedan cuatrocientos más por ciclar y no se detiene, el tiempo sigue pasando…
En ese momento mientras Carlota
pedaleaba con rapidez, Manuel con una cara de sobresalto que le hizo tragar de
manera violenta la cuarta cucharada de su segundo plato de cereal, recordó que
tenía una cita y solo 15 minutos para llegar al lugar en que acordaron, por lo
que dejó el plato a medio acabar sobre el sillón y saltó al baño donde a toda
prisa se enjabonó y enjuagó; salió inmediatamente y se vistió en un momento con
las primeras prendas que encontró –que para su fortuna no le quedaban mal a
pesar de ser una excéntrica combinación de colores– y así salió.
Al bajar las escaleras divisó a lo
lejos un bus que pasaba por el lugar en el que tendría su cita y sin pensarlo
dos veces chifló con fuerza, el conductor se detuvo y él alcanzó a subir.
–Cinco minutos para llegar a su meta,
Carranza continúa pedaleando con fuerza y ya ha recorrido trecientos diez
metros, la vereda se llena de gente convirtiéndose en un estorbo para la joven
que por lo que se puede ver no llegará a tiempo.
El bus iba rápido cosa que resultaba
beneficiosa para Manuel, aún así llegaría tarde debido a que estaba lejos del
punto en dónde se verían.
Iba con impulsos nerviosos y no había
parte de su cuerpo que no sea influenciada por un pequeño e irritante temblor.
–¡Carranza es una bala en la bicicleta!
Ha logrado esquivar a los peatones y ahora está en recta, con buena velocidad
podrá llegar justo a tiempo para su cita, ¡ya tan solo queda un minuto! ¡Es
asombrosa la resistencia física que posee la competidora 020!
Manuel estaba inquieto definitivamente
y a dos paradas del lugar de encuentro, sus manos sudaban y sus piernas –al
igual que cuando quería ir al baño– se sacudían velozmente. Ya faltaba poco, estaba ansioso.
Finalmente el bus estaba a una cuadra
de la parada en la que se bajaba Manuel…
–¡Tan solo a segundos de la meta
Carranza pedalea más motivada aún, está a punto de pasar alado de una parada de
bus!…
Manuel aplastó el botón que anuncia la
parada y el bus empezó a frenar, abrió las puertas y Manuel bajó muy rápido y
totalmente distraído ignorando todo.
–Carranza está en la parada y ¡un
peatón que no ve a los lados acaba de bajar de un bus…
Manuel vio de reojo una figura a su
derecha que se aproximaba con gran velocidad, no pudo hacer nada y fue
atropellado por una chica en bicicleta que antes de impactarse gritó
sorprendida.
–¡Carranza no esquiva al muchacho y
choca con fuerza contra él! Creo que eso fue todo señores.
Terminaron tirados uno encima del otro
con la bicicleta en medio, ambos proferían quejidos de dolor, Carlota se había
golpeado en la cabeza y en las piernas, Manuel se golpeó en la espalda y el
cuello, la bicicleta no sufrió más daños que una zafada de cadena.
Se levantaron despacio y con dolor,
ambos estaban molestos sin embargo en ese momento la preocupación por saber si
el compañero accidentado había muerto fue más grande y Carlota preguntó si
estaba bien; Manuel en tono pausado dijo que si y le preguntó lo mismo a
Carlota, ella también afirmó que se encontraba bien y diciendo esto le reclamó
muy molesta:
–¡¿Por qué no ves antes de bajarte de
un bus?! –Le dijo con una terrible
expresión de enojo–
Manuel no sabiendo cómo reaccionar se molestó
más y de manera grosera contestó:
–¡Porque no pensé que una loca vendría
a toda velocidad en su bicicleta y se chocaría conmigo!
Un anciano que estaba parado cerca miró
aquella discusión al igual que un partido de tenis, uno atacaba con un reclamo
y el otro respondía. Habían excedido del tiempo que tenían para llegar a su
cita y parecía no importarles, estaban tan acalorados discutiendo que perdieron
por completo la noción del tiempo, de repente lo recordaron:
–No tengo tiempo para seguir discutiendo
–dijo Carlota con apuro levantando su bicicleta–
Manuel –que pensaba seguir– dijo:
–¡Yo tampoco! Gracias a ti voy a llegar
muy tarde a una cita
Carlota muy enojada respondió:
–¿Gracias a mí?, tú fuiste el descuidado que no se fijó, ¡por tu culpa también
estoy tarde para una cita!
Permanecieron en completo silencio
mirándose detenidamente por unos minutos analizando lo que había sucedido y sus
rostros se tornaron de color rojo –nunca antes les había ocurrido algo tan
vergonzoso y no se habían dado cuenta–, ahora nadie quería decir nada y
evitaban mirarse a los ojos.
–Disculpa, ¿te llamas Carlota? –Dijo al
fin Manuel–
–Sí– respondió ella aún sin verlo
directamente– y después añadió: –¿Tu te llamas Manuel verdad?–
Manuel se llevó una mano a la cabeza y
algo tímido respondió con una sonrisa nerviosa
–Sí, así me dicen–
Este extraño reconocimiento y cambio
súbito de clima era verdaderamente ridículo pero perfectamente justificado por
la edad; el anciano que observaba se echó a reír y ambos se pusieron más
incómodos.
Se disculparon el uno con el otro y
llegaron a la conclusión de que el día estaba muy lindo cómo para no tomar un
helado así que fueron en busca de uno.
Carlota había olvidado el dolor en la
cabeza y las piernas y Manuel su dolor de espalda; mientras iban Manuel notó
que la cadena se había zafado y la puso de vuelta en su lugar.
Hablaron por horas, se rieron y pasaron
una tarde inolvidable. Al anochecer Manuel acompañó a Carlota a su casa y muy
alegre fue de regreso a su departamento en donde encontró todo el desorden de
la mañana y esto obviamente no le importó porque ahora sucumbía ante los
efectos del amor.
Carlota se sentía muy alegre por lo que
fue a su habitación y con un enorme suspiro que salió desde el fondo de su alma
se fue a dormir. Por lo visto ambos jóvenes ya no saldrían solos de nuevo en un
largo tiempo.
Cómo es de esperar, Manuel y Carlota
empezaron a salir, y sus formas en cuanto a trato se fueron haciendo más y más
cercanas.
En poco tiempo agradecían al cielo el
haberse chocado en la calle y no haberse conocido de otra manera, pues ahora
dependían el uno del otro como nunca hubieran imaginado en sus cortas vidas.
El tiempo pasó y pasó muy felizmente,
estaban impregnados con la sustancia a la que denominamos “Amor”, pasaron mil
aventuras juntos, volaron juntos e ignoraron la idea de estar en otro lugar con
alguien más.
Una hermosa tarde y de la mano,
acostados bajo un cielo repleto de algodón de azúcar se miraron fijamente a los
ojos y se dejaron perder el uno en el otro, nada más parecía existir y
absolutamente nada había sido más real…
En ese instante Manuel abrió los ojos,
estaba tirado en el suelo, al parecer había tenido un golpe muy fuerte;
bastante aturdido trató de ponerse en pie.
Carlota había atropellado a alguien con
su bicicleta rosa y por supuesto había resultado herida también, un golpe en su
cabeza y unos cuantos rasguños en las piernas; abrió los ojos con cara de dolor
y trató de levantarse.
Tanto Manuel como Carlota no
comprendían lo que había pasado, lo único que sabían era que hace un momento
habían compartido momentos increíbles con alguien a quien les era imposible
recordar.
Al levantarse preguntaron en unísono si
el otro estaba bien, al escuchar sus voces se estremecieron, y cuando se vieron
entendieron todo perfectamente.
J.G Dávila
J.G Dávila
Hermoso .. me gustaría leer más historias asi ... Felicidades y sigue escribiendo lo haces muy bien
ResponderEliminarMuchas gracias Kerly! Lo aprecio mucho. Seguiré escribiendo más historias para que vayamos "Escrviendo" juntos!
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